La claridad


Nunca uno se siente tan liberado, como cuando caes en si, las señales que te impiden llegar a tocar fondo, uno nunca las mira tan claras, hasta que el tiempo te da la razón del porqué pasan las cosas.

Hay tantas maneras de hacerse el ciego como para desentenderse de la realidad, corresponder a lo que no conviene, o a lo que no está destinado a ser. 


Pero como dicen: “el corazón tiene razones que la razón desconoce”, para cuando la razón entiende lo sucedido, las heridas en el corazón ya son demasiado profundas.


La vida no trae un paso a paso de cómo vivirla, esas grietas que te deja la vida, van queriendo cubrirse con el tiempo pero siempre terminan por desbordarse.


Pero bendita esa magia que yace en quienes traen la experiencia de corazones rotos y el alma renovada, bendita esa persona que conoce tus heridas, se acomoda y te anima, se siente como una medicina. 


Ser libre jamás se ha sentido tan bien, libre de mi edad, de mis temores, de la genética, de mi pasado, de mis expectativas sobre el futuro, y esa libertad entiendo que mi código está en la felicidad del presente. 


Estoy viendo pequeñas luces, en la oscuridad donde me acomodaba, son tan bellas como las estrellas, cómo pude esperar tanto tiempo, y tantas cosas por iniciar. 


Soñé en una noche “donde me veía a mi misma”: me bañaba bajo la lluvia, me subí a una montaña, sobre mis pies la espuma del mar y veía algo que me apasionaba, mientras me veía sonriendo, enamorada; fue tan hermoso e inspirador, nunca uno debe detenerse ante cualquier estado del tiempo o cuan alto queramos llegar, siempre tendremos que sacar de adentro eso que nos motive a seguir. 


Desde ese sueño, han sido solo momentos para sanar, he valorado la libertad de mis actos versus las frustraciones del pasado, porque ahora siento la luz que me guía.


Lo cierto es, que cuando verdaderamente llega la claridad en ti, llámalo como quieras: luz, amor, energía o el universo a tu favor; existe algo más poderoso que lo físico, emotivo y espiritual viviendo dentro de nosotros.


Cada uno ve lo invisible, en proporción a la claridad de su corazón, 

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